22 nov 2012

Alejandro Sanz: "no quiero fallarle a nadie"

Tres conciertos en el Palau de la Música de Barcelona para los que no hicieron falta más que tres horas para vender todas las existencias de taquilla. Incomparable marco, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, para contemplar a un hombre que, con su undécimo disco, La música no se toca, continúa demostrando que es uno de los últimos baluartes de una industria que no atraviesa sus mejores momentos, pero que él defiende desde el mismo título del álbum: "No es una reivindicación de que no cambien las cosas, o una forma de ir en contra de las tecnologías, ni muchísimo menos. Todos las usamos, todos somos internautas, twiteros, facebukeros o como se diga. El único ‘‘pero’’ que le pongo es que a veces estamos renunciando a la calidad por la cantidad. La gente ya no escucha la música de la misma forma, sino de una manera muy rápida, y renuncia a la calidad. Uno se mata para conseguir un sonido grande, que se escuche con sus referencias de escuchas, y luego termina formando parte de un móvil". Se nota que ha tomado conciencia de su papel como uno de los actores más visibles de ese mundo que comenzó su crisis antes que el resto. Su más reciente proeza, triple disco de platino en España: "Cuanta más gente hay alrededor de un proyecto, más responsabilidad sientes, está claro. Yo no quiero fallarle a nadie que está poniendo su trabajo y esfuerzo en todo esto. Porque al final hablamos de las multinacionales como si fueran monstruos sin cabeza, pero aquí se trata de personas que trabajan en una empresa. Aquí hay un señor que se llama J., otro que se llama Domingo... que tienen familia, que tienen corazón, ojos... y bueno, eso es lo que hay que tener en cuenta. Cuando hago lo máximo que puedo para conseguir el mejor resultado, estoy cumpliendo con mi deber, y si esas canciones tienen capacidad de emocionarme a mí, creo que tienen capacidad de emocionar al público que lo escucha; y pongo todo mi esfuerzo para que todo eso vaya bien. En fin, me siento responsable, pero tampoco hasta el punto de volverme loco". Esa preocupación por el círculo más cercano que le rodea también la suele extender a otras causas más lejanas, colaborando de forma habitual en proyectos solidarios: "Hay que hacerlo. En ese sentido, no tenemos mucha opción. Si no nos ayudamos unos a otros, vamos muy mal. Cuando fui a Zimbabue con Médicos Sin Fronteras -el pasado año, para grabar ‘‘Positive Generation’’− , pude ver la energía y la valentía y la fuerza con la que llevaban sus problemas y el día a día, con todas sus carencias y necesidades, pero con una energía impresionante. Pues después de pasar un tiempo allí y ver todo eso, volamos a Johannesburgo (Sudáfrica), que tiene un aeropuerto al estilo del ‘‘Charles De Gaulle’’ de París, y lo primero que nos encontramos es un anuncio enorme de diamantes. Me entró una cosa en el estómago... ¡Cómo nos gusta el ‘‘brillito’’ al ser humano! Hay gente capaz de gastarse un dineral en un diamante y después no es capaz de ayudar a nadie".