8 mar 2013

Una velada llena de carisma y seducción

"No importa lo que pase en el escenario, sino que ustedes salgan con el corazón lleno”. Con esta frase Alejandro Sanz abrió anoche el primero de los tres shows que dará en GEBA, en la presentación de su último disco “La música no se toca”. Y más de 15 mil fans se rindieron ante el carisma de este cantante español que, no sólo las conquista cuando les habla con esa voz tan particular y ese guiño cómplice de niño tierno, sino que armó un show para enamorar hasta el más reticente de los corazones con una suavidad imperceptible. A las 21.10 y con un look informal absolutamente en negro, el cantante español arrancó la noche del debut con un tándem de tres canciones de su última criatura “La música no se toca”: “Llamando a la mujer acción“, “Cómo decir sin andar diciendo” y, especialmente, “Se vende“fueron un corolario exquisito para lo que vendría. A partir de allí, el repertorio mechó bloques con hits de toda su carrera divididos, cada uno, por un tema de su último disco. Cada bloque, eso sí, creó con el público un clima absolutamente diferente que fue creciendo hasta que, en el epílogo, devolvió a sus fans a la tierra. Pero antes, Sanz, cual amante, las cortejó, las conquistó, logró que se entregaran con un romanticismo absoluto y, cuando ya estaban rendidas a sus pies, las abrazó y se despidió como un caballero. Todo con un escenario simple y prolijamente adecuado para darle el marco indicado a cada momento. Un medley con “Nuestro amor será leyenda“, “El alma al aire“, “La Habana” y “Quisiera ser” - el segundo gran momento de la noche- le puso el toque justo de calor a las gargantas. Aunque la perla llegaría después de “Camino de Rosas” (“La música no se toca“). Tras un preámbulo en el que contó que cuando le dijo a su madre que quería ser cantante ella le respondió que estaba loco, que cumplir un sueño era una utopía; Sanz se acomodó detrás del piano, rodeado de sus cuatro coristas e iluminado por un cielo de estrellas, en lo que fue el momento más sensible y seductor de la noche. Con sólo voces y el piano, llevó a sus fans a un clima de romanticismo total en el que a las utopías les dieron rienda suelta mágicamente con “Enséñame las manos“, “Para que me quieras“, “Hay un universo de pequeñas cosas“ y “Me iré“, todo en una cuidada versión medley. Acompañado por una banda en la que la femineidad ganaba terreno (dos coristas, una trompetista, una bajista y una guitarrista), Sanz se ganó la complicidad del público bromeando con que sus set de hits eran temas que acababa de escribir; y aunque la insistencia fue grande para que moviera “la colita", el español no dio el brazo a torcer: “A ver, -dijo excusándose en su vergüenza- no lo voy a mover porque lo moví en Rosario y me fue fatal…”. Y agregó: “Yo, todo por delante, con el canto”. Y cantó. “Cuando nadie me ve" le dio paso a “Mi soledad y yo”, no sin correrse de la escena para que su músicos se lucieran. Así fue el turno del segundo tributo de su carrera para sus fans, incluido en “La música no se toca“: “Yo te traigo… 20 años”. Un tema perfecto para luego darle paso al tándem movidito con “Corazón partío”, “No me compares”, “No es lo mismo” y “Looking for paradise”. El cierre del show era inevitable. La pregunta, a esa altura, era qué temas había elegido; y entonces fue el turno del sencillo que le da nombre a su último álbum. La caricia final, convertida en bises, fue a pura ternura con “Mi marciana“, la canción que le dedica a su mujer, y dos de sus hits: “Amiga mía” y “Si fuera ella”, para que sus fans se fueran con los corazones llenos. Fueron 18 canciones, un poco más de dos horas de show y un comienzo perfecto para las dos presentaciones que le siguen, el sábado y el domingo.