Alejandro Sanz podrá tener los reconocimientos más importantes de la música, vender millones de copias y codearse con los grandes, desde músicos hasta políticos. Pero una cosa no cambia: su sencillez. "La gente que tiene oportunidad de conocerme o, a la que tengo oportunidad de acercarme sabe que no son inalcanzable, ni una estrella, ni un divo", asegura el madrileño. "Yo trato de acercarme a la gente y trato de complacerla". Sanz es exigente con su trabajo, pero nunca hace peticiones desorbitadas en su camerino cuando hace alguna presentación. Sin embargo hay algo que siempre debe haber: chiles jalapeños. "Los chiles jalapeños no pueden faltar", asegura en entrevista telefónica con ¡hola LA!, desde Miami, donde tiene su residencia. "Es un pequeño truco que utilizo para la voz". Sanz revela que "cuando uno se pone nervioso y tienes que hablar, la primera reacción física [del cuerpo] es que se te seca la boca, la garganta y el chile ayuda a no se te seque". "Es una técnica que llevo usando desde hace tiempo... y no la he patentado ni nada", dice en tono de broma. "Me gusta el picante, me he [preparado] con un par de habaneros alguna vez, pero eso es hablar de ligas mayores... me quedo con los jalapeños". Alejandro Sanz estará en Los Ángeles el uno de mayo con un concierto en el Teatro Nokia, donde asegura ofrecerá una presentación con "muchas novedades". Con su reciente material bajo el brazo, La música no se toca —como también se llama la gira—, que ha logrado ocupar los primeros lugares de popularidad, Sanz se presentará con una orquesta renovada. "La mitad de la banda son mujeres, creo que por el hecho de serlo tienen y le dan otra sensibilidad a la música, lo que me parecía muy interesante", expresó el interprete. Sanz es uno de los músicos a los que le gusta invertir en sus conciertos, y es de los pocos que no escatima en costos. Con su éxito a cuestas el cantautor bien podría sólo pararse en el escenario, pero a él le gusta cautivar con la iluminación y el sonido. A este punto, ¿tienes total dominio del escenario?, se le pregunta. "No, nunca se llega a dominar el escenario", afirma. "La experiencia siempre te da un plus, porque al principio esa falta de experiencia quizá se suplía un poco con el atrevimiento que se tiene cuando se tienes 19 años. Hace uno algo y se arriesga, yo creo que en eso la naturaleza es sabia, es emocional y va supliendo una cosa con otra". Ahora a sus 44 años —y dos hijos—, dice que se arriesga menos, incluso en sus presentaciones, que son más pausadas con el fin de darse tiempo para descansar. "Cada vez tengo menos atrevimientos", dice con una sonrisa. "No soy de excesos, trato de descansar bien, dormir lo suficiente para cuidar la voz". A pesar de su fama, asegura, que no es inalcanzable para nadie y que su vida privada, aunque no la hace tan pública, tampoco se limita a hablar de ella. "La curiosidad es parte del ser humano", explica. "Todo mundo tenemos un punto de curiosidad, lo que pasa es que también hay que saber hasta que punto puede uno llegar con la curiosidad". "Si a mí me preguntan por mis hijos ¿por qué no contestar?, no pasa nada, no tengo nada que esconder; me encantaría poner fotos de ellos en las redes sociales, pero no lo hago porque hay muchas personas que no saben poner las cosas en perspectiva... de repente se les va la mano". Sanz tiene tres hijos, pero sólo vive con Dylan, procreado con Raquel Perera, con quien se casó el año pasado. ¿Por qué el nombre de Dylan, por tu gusto por Bob Dylan? "No, por Dylan Thomas [un poeta, escritor de cuentos y dramaturgo galés]. Me gusta Bob, pero además estábamos buscando un nombre que mi madre pobrecita, que en paz descanse, pudiera pronunciar, que se pudiera decir bien en inglés y español, porque Dylan nació en Nueva York".